¿Se encuentra usted entre los empresarios que están considerando la posibilidad de trasladar algunas o todas sus actividades de fabricación? Durante décadas, el atractivo de fabricar fuera ha sido fuerte. México, China y otros países asiáticos lo han hecho muy atractivo desde el punto de vista financiero. Los fabricantes podían empezar a trabajar con relativa rapidez y ahorrar costes gracias a unos impuestos bajos y una mano de obra barata. El transporte era económico y eficaz. En general, fabricar en el extranjero era fácil y rentable.
Sin embargo, el proteccionismo y los aranceles han aumentado en los últimos años. Ha crecido la importancia de la sostenibilidad social y medioambiental. El coste de fabricación en China y otros países ha subido. Los costes de envío han aumentado.
Y entonces llegó la pandemia.
Este acontecimiento inesperado ha obligado a los fabricantes a apresurarse para intentar mantener la continuidad de su negocio. Ha obligado a los directivos de las empresas a analizar detenidamente sus cadenas de suministro y ha puesto de manifiesto los riesgos asociados a la deslocalización.
En este momento, algunos directivos de empresas ven cada vez más claro que la deslocalización, es decir, el regreso de la producción, puede tener sentido. En estos momentos, el atractivo de ser más autosuficientes, de tener una cadena de suministro más sólida y más seguridad a la hora de satisfacer los pedidos es muy fuerte.
Pero, ¿qué implica realmente la deslocalización? Hace poco organicé una mesa redonda con varios líderes empresariales para explorar las vulnerabilidades que ha puesto de manifiesto la pandemia, los riesgos asociados a la fabricación deslocalizada y cómo puede funcionar la deslocalización.
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