Históricamente, en BMW, la Serie 5 es la hermana pequeña técnica de la Serie 7, de la que hereda la tecnología al cabo de unos meses, igual que una mujer mayor pasaría su ropa fina a su hermana menor. La berlina 520D poco tiene que envidiar al «grande». Con el 530D Touring, la diferencia es aún más estrecha.
Hicimos un presupuesto rápido en el configurador de BMW: nuestro wagon 530D con todo lo necesario como el 6 cilindros diésel biturbo de 263 CV, techo solar, bonito interior, llantas, funciones Connected Drive y unos cuantos accesorios tenía un precio de 90000 euros, que es casi el precio de un Serie 7 «base» con un motor equivalente. El coche es un poco menos voluminoso y tiene un maletero más espacioso. Además, la luneta trasera se abre para mejorar el acceso y el respaldo se abate eléctricamente.
Este coche es el mejor para tragar kilómetros. Vas en 8ª marcha en la autopista, a 170 km/h a apenas 2.000 rpm y la carretera pasa en silencio. Tracción y dirección a las cuatro ruedas a su servicio para una eficacia total.
El interior no es muy llamativo pero no lo necesita. Es imponente a primera vista y su interior es impecable, en el que los fabricantes que aspiran a la gama alta harían bien en inspirarse. El acabado, los colores y los materiales son ejemplares, y la ergonomía es tan evidente que se pasa por alto la sofisticación de la electrónica de a bordo. Visualización directa en el parabrisas (velocidad, GPS, música), control gestual para ajustar el volumen, panel táctil para escribir el destino, funciones «habituales» en BMW y reforzadas aquí por la nueva joya: una llave conectada que permite arrancar el coche a distancia y hacerlo avanzar o retroceder.
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